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Bilingual story with comprehension questions


English narration

Narrado en español

Bilingual story with comprehension questions

Preámbulo. Lima, Perú. Año 2009.


Preámbulo




Lima, Perú. Año 2009.


Las ruedas del microbús rechinan sobre el asfalto. Iglesia, iglesia, grita el cobrador, avisen con tiempo. Los pasajeros se santiguan. Paradero, baja. Retrovisor derecho, retrovisor izquierdo, el Cuy se inclina sobre el volante, su brazo tiembla sobre la palanca de marchas. Volantazo, frenazo. Puerta que se abre, sube, sube. Bebé en brazos, entra un joven. Portazo. Un micro azul y blanco adelanta por la izquierda. Odio. Entre un amasijo de cables y hierros oxidados, una bota de cuero vieja aplasta el acelerador. Apártense de mi camino. Miguelito, te fregaste. Hoy no, hoy no me ganas el paradero. Sobre mi cadáver.

Julio Arce, un turista español, saca fotos entre las originales vacas que han instalado en los jardines del complejo de ocio de Larcomar. A estas horas de la mañana, el hotel Marriott hace sombra sobre los mamíferos de fibra de vidrio decorados por famosos artistas peruanos y Julio se plantea volver por la tarde a sacar sus fotos. De momento se conforma con escoger los encuadres. La estatua que implora perdón cayendo de rodillas, con el Marriott y la torre Telmex detrás, un ángulo desde el suelo que muestre el poder del nuevo Perú. La vaca negra con el corazón rojo y rosas de colores, en primer plano y, detrás, las sombrillas de diseño que tapan la vista del Morro Solar. En el objetivo, cuatro parapentistas acarician el acantilado en uve. Julio hubiese jurado que eran idénticos. Ahora los sigue con la vista, qué raro, parecen gemelos, y eso que uno de ellos es mujer. Sin saber por qué, siente un escalofrío y se le erizan los pelos, cuando una bulla enorme desvía su atención, y la de otros paseantes, hacia el Marriott. Cual carros romanos en la imaginación de un loco, dos microbuses compiten por el dominio de la pista. Los carros, invaden el espacio, la paz, el orden, y amenazan la seguridad de propios y extraños. Un retrovisor salta por los aires. El micro azul y blanco da un frenazo en el semáforo y el otro se lo salta. Qué útil es una cámara digital en estos casos. Dos semanas después, Julio Arce mostrará el video a su familia y amistades, quienes, con el típico acento y expresiones de la madre patria, comentarán lo alucinante que es viajar y conocer, las cosas que uno ve, sin saber que la escena verdaderamente increíble se dio justo detrás, entre los parapentistas, y Julio se la perdió.

Delia se muere de sueño de camino a su universidad. Por suerte pudo sentarse, pero con este traqueteo no es fácil dormir. Tengo que dormir, tengo que estar bien para mi examen. Joao nunca tiene suerte, otra vez le toca ir de pie, al menos vamos rápido, me llaman al celular. ¿Sandi? Se corta. Lady va a Lima centro, a ver si le pagan lo que le deben, hoy es mi día libre, otro día no puedo ir, ahora sube una señora mayor, perdí mi asiento. Bueno, no importa. Qué bonito se ve Larcomar. Si me pagan vendré el sábado con mamá. Adelantamos a otro micro, le cortamos el paso. ¿Hemos chocado? Estos choferes conducen como locos. Perdemos el equilibrio, los unos contra los otros. Una señora acompañada de un joven alto pide “paradero, baja”. Y ambos escapan al destino común que une a los pasajeros aparte de la mera coincidencia de viajar en el mismo microbús. Un destino que pudiera incluso hacerlos figurar en una misma base de datos, los unos junto a los otros, y ellos, sin saberlo.

Traquetea el micro pegado al de Miguel, volantazo a la derecha, volantazo a la izquierda, gasolina, humo. Ahí te quedas, Miguel. Me gano el semáforo y los paraderos de Larco. Larcomar, Larcomar anuncia el cobrador. Nadie baja, nadie sube. A toda velocidad a por los pasajeros de la siguiente parada. En el retrovisor, el micro azul y blanco como un rayo. Paradero, baja. Frenazo. Golpes en el lateral del micro, sube, sube. Y Miguelito que pasa por la izquierda. Una mujer vestida de atleta sube al micro. Al verla, a uno se le podría ocurrir el extraño pensamiento de que la mujer acabase de nacer. Sin anillos, sin bolso, sin ninguna marca de pertenencia, ni a un hombre, ni a un grupo social, ni a una tendencia de moda. Cada uno va ocupado en lo suyo, pero todos los pasajeros sienten su presencia. Esta mujer felina no es de las que suben a los micros, uno no se la imagina en ningún vehículo de transporte público. En realidad, uno no se la imagina. El micro está lleno, pero ella se abre paso con facilidad y se sitúa detrás del Cuy, mirándole a los ojos en el retrovisor.

Miguel adelanta de nuevo al Cuy. Paradero, baja. Pero el Cuy se salta la parada. El piloto no ve el asfalto caliente de febrero. Su cuerpo tiembla al mando de la vieja nave. ¡Chofer, paradero! Indignación. Golpes en los laterales del micro. ¡Chofer, pare el micro! Pero el Cuy solo quiere dejarlo todo e irse con esos ojos negros del retrovisor. Un taxi le corta el paso. Miguel se ha metido por su derecha y ahora la bota aplasta el acelerador y todos los hierros oxidados con mucha más fuerza. Los dos micros van volando, rebasan la municipalidad de Miraflores y se acercan al paradero. Toma pasajeros, Miguel, le dice una voz, cómetelos. Volantazo a la derecha. Te metiste conmigo, Miguel, en el día equivocado.

La calle está llena de gente a pesar del calor. Gente con nombres y apellidos, nombres que poco importan porque a pocos importa quién vaya a morir hoy en Lima. Y sin embargo, ahí están ellos, unos alegres, otros más bien deprimidos, la mayoría conformándose con lo que tienen. Unos caminan rápido, otros despacio y algunos descansan. Dos estudiantes universitarios, una de secundaria, dos cambistas al paso, una familia que sale de la hamburguesería Bembos (helados en mano), varios clientes que entran y salen de la tienda de ropa “La Quinta”, una señora mayor que viene del dentista, un pordiosero, y los que esperan en la parada, que no levantan la mano para llamar al micro, porque los dos micros que se aproximan están chocando el uno contra el otro. Algunos dan un paso atrás. La incredulidad paraliza a otros. Un señor distinguido se desliza entre la multitud, en su cabeza suena Holy Stone de Eat Static. Se abre paso entre la gente como flotando en un sueño, y en este sueño el sonido de la calle baja a cero, no oye nada más que el latido de Holy Stone, la caricia electrónica de sintetizadores. Cualquiera que lo viese pensaría estar viendo a Jesucristo abriéndose paso entre las multitudes, cuando una masa de hierro vuela hacia él, choca contra un macetero grande, se eleva en el aire, y se lleva por delante a varios viandantes antes de aplastarlo, arrastrarlo contra el suelo y despedazarlo. El micro por fin se empotra contra La Quinta, levantando toda la ropa en el aire. Y ahí, en la acera, quedan los restos del señor, mezclados con los cuerpos de otras personas.

Atrás, gritos de horror, una multitud que no sabe si ayudar o quitarse de en medio para no molestar. La policía en alerta. Lloros. Cristales rotos. Sangre. Los héroes natos se lanzan a ayudar y alguien grita que todos se aparten, que no se acerquen. En la acera sube la temperatura. Alguien ve manos y trozos de cuerpo que se convulsionan, un resplandor, una energía. Y entonces una llama se levanta y alcanza el depósito de combustible del micro. Los muertos tuvieron suerte, los vivos arden; los héroes ahora son héroes en llamas. Los testigos no podrán borrar las imágenes de su memoria jamás.

Cuando por fin se organiza el rescate, médicos especialistas examinan a los muertos, los certifican como tales y los disponen en hileras. Todos forman parte ya de una base de datos, con nombres y apellidos. Juntos para siempre. Juan Carlos Espichen, inspector de la Oficina de Casos Clasificados, vigila a los muertos, como es su misión desde hace unas semanas. Qué busca, qué espera encontrar, eso, ni él mismo lo sabe. Algunos paramédicos y rescatistas pueden ver cómo uno de los muertos certificados se estremece levemente, luego un suspiro eleva su pecho, y abre los ojos. No se levante, cuidado, puede tener algo roto. Voces de alerta, ¡doctor! Pero este muerto se levanta y camina con la cabeza alta, sin decir nada. Señor, no puede irse. El muerto ignora a los rescatistas y a la policía y se dirige, como un profeta entre las multitudes, hacia el parque Kennedy. ¡Señor, usted lleva más de una hora muerto, no puede irse! Juan Carlos sale corriendo detrás del muerto, le da alcance, le pone una mano en el hombro, señor, no puede irse. Pero cuando el señor se vuelve, es otro rostro el que mira. Disculpe, ¿usted no estaba...? No, no es usted... De todas formas, su documento de identidad, ¿me permite? Soy el inspector Espichen.

Una mujer en ropa deportiva se acerca desde la iglesia. Sus ojos felinos regalan al detective una mirada coqueta. Ya estoy aquí, cariño. ¿Quién es tu amigo? Nadie, un detective. Ha habido un accidente y me ha confundido con uno de los implicados. Mi documento de identidad, aquí tiene.

Muertos que resucitan. Vivos que se transforman. Juan Carlos Espichen tiene algunas teorías, pero tendrá que remontarse al pasado y recordar el futuro para comprender bien la herencia cruel que ha recibido de su compañero desaparecido Alberto Torres.

Parte I - Capítulo 1 - A las puertas del camposanto


Parte I - Capítulo 1




A las Puertas del Camposanto

Lima, finales del 2008.

La vieja carraca se movía con dificultad por las empinadas calles aledañas al cementerio. Al volante de la máquina artrítica, el inspector Torres se preguntaba qué era el alma. Extraña pregunta para un policía, pero relevante cuando uno estaba a punto de ocultarla en un cadáver recién muerto. Esquivando los obstáculos del camino, buscaba los pensamientos correctos antes de morir. ¿Había habido algo verdaderamente memorable en su vida? ¿Algo a lo que mereciera la pena aferrarse? Los montones de basura acumulados a ambos lados de la calle proporcionaban un desagradable contrapunto a sus pensamientos.

El coronel. Torres había rechazado su invitación para formar parte de su trama de diablos roba-almas. En su trabajo al frente de la Oficina de Casos Clasificados, había acumulado suficiente información como para saber que entrar al grupo del coronel y perder el alma eran una y la misma cosa. Según sus averiguaciones, el coronel pertenecía a una secta diabólica antigua, pero que recientemente estaba inmersa en una especie de resurgir. Al parecer, los vampiros, por así llamarlos, habían encontrado una manera de incrementar su poder. Su proceder era siempre el mismo: escogían un novicio humano que recibía ciertos poderes al robar el alma de otro ser humano en un sacrificio. El nuevo vampiro disfrutaba de ilimitada energía, podía transformarse en animales, volar, leer la mente de los humanos e implantar imágenes e ideas en otras mentes. Además, al pobre diablo se le hacían una serie de promesas sobre lo mucho que podría incrementar su poder a través de diversos ritos. Lo que no sabían los novicios era que su idilio con el mal no iba a durar mucho, en realidad, solo iban a servir de alimento para otros diablos más poderosos. Esa era precisamente una de las nuevas maneras de descubrir nuevos poderes que habían diseñado los poderosos. Una especie de cadena alimenticia, una masacre de vampiros que se estaba convirtiendo en una auténtica vorágine fuera de control.

Un volantazo a la derecha para esquivar un perro callejero. ¿Y los perros? Se preguntó, ¿tendrán alma los perros? Ahora, “chuparles la sangre” a los descendientes de los dioses, era la nueva teoría. Si conseguían identificar y robar el alma a un dios o a un semi-dios, ¿qué poderes infinitos podrían conseguir? En su obstinada carrera por obtener más poder, los diablos habían conseguido establecer contacto con el dios destructor y come-niños Wakón, quien iba a ayudarles en su nuevo cometido. Al menos, eso parecían indicar sus últimas investigaciones, por increíble que pareciese.

En el laberinto de callejuelas, Torres intentaba recordar las direcciones que le había dado la chamanesa. En menudo sito te escondes, María, pensó. El camino se hizo demasiado estrecho y el inspector se vio obligado detener su auto. Respiró sin salir a la calle. Respirar tenía una importancia nueva antes de morir. Qué extraño. Recordó su última reunión con María en una iglesia del centro de Lima. Lo estaba esperando, le había dicho ella cuando lo vio, he recordado el futuro. Palabras que lo dejaron impactado. La chamanesa ya estaba al corriente de todo, preparándose para la batalla. Así había llegado Torres a conocer a María, descendiente de emperadores, protectora de un linaje de semi-dioses. Los diablos han descubierto algo sobre su nieto y se preparan para atraparlo, le advirtió él. Wakón está a punto de despertar, le respondió ella, sé que viene a por mí y a por los míos, es una antigua pelea. En esa primera reunión hablaron sobre su “viaje”. Desaparecer era la mejor estrategia para él, para su alma. Después, ella se encargaría del resto, de Wakón y de todos sus diablos.

María vivía en un lejano barrio de Lima, allá donde acaba la ciudad y empiezan a elevarse los Andes. Al lado del camposanto más grande del mundo, donde las casas trepan por los fríos cerros y se pierden entre el polvo y la oscuridad. En las pardas calles, su casa era difícil de encontrar. Había que dejar el carro abajo, y subir por las escaleras cerro arriba. Luego, había que preguntar a los vecinos, porque la casa estaba escondida, decían, como dentro de la montaña, rodeada de altas plantas.

Cuando Alberto Torres, sudoroso y sin aliento, por fin hubo encontrado la casa de la chamanesa, no supo cómo llamar para pedir entrada. Por ningún sitio se veía un portillo, un timbre, nada. Solo plantas. Pero la chamanesa siempre sabía si venían a buscarla y, apartando las matas, salió al encuentro del inspector de policía.

-Buenas noches, inspector Torres. Lo estaba esperando. Por aquí -indicó ella-. Disculpe el aspecto de jungla de mi jardín.
-No se preocupe -acertó a responder él.
-Adelante. Tome asiento, por favor.

En el interior de la casa, pocos amuletos o plantas mágicas, tan solo un altar en el que sobresalía una gran pluma de cóndor; agradables aromas, una sencillez como de otro tiempo. Geometría. Paz. María, joven para ser abuela, atlética, extrañamente moderna. Poderosa en su templo. El inspector se alegró de estar sentado porque empezó a sentirse mareado. Es muy posible que estuviese poniéndose algo psicótico. De alguna manera sintió unas ganas irracionales de agarrar la pluma del cóndor, pero su auto-control de policía le hizo permanecer en su sitio y guardar las apariencias. Antes de que el inspector pudiese abrir la boca, la chamanesa fue directa al grano.

-Entonces, ¿lo ha pensado bien? ¿Quiere seguir adelante con lo que hemos acordado? Recuerde que el viaje que quiere iniciar no es para cualquiera. Incluso con mi ayuda, podría fracasar -le advirtió ella.
-Estoy al corriente de los riesgos, no me da miedo la muerte. En realidad, no tengo alternativa. Procedamos, por favor. Y no se preocupe tanto por mí. Más bien, ocúpese de su nieto. Como ya le advertí, van a por ustedes. Especialmente a por su nieto.

-De acuerdo, le agradezco la advertencia -respondió ella-. Tengo aliados poderosos, evitaremos que Wakón despierte. Por fin vas a poder demostrar todo lo que vales, hijito -añadió como para sí misma-. La hora de tu viaje ha llegado.
-No va a ser fácil combatir a esos demonios. Usted sabrá cómo lo hace. Pero yo me voy. Y no es que tenga miedo. Como ya le expliqué, para mí, no se trata de vivir o morir, sino de encajarle dos goles al coronel de una sola jugada. Yo desaparezco y, a la vez, le doy una oportunidad a Espichen. Él podrá empezar de cero. Tendrá mejores oportunidades. Pero no se olvide de buscarlo. Hable con él. Yo le he dejado suficientes pistas. Sin ser demasiado explícito, por supuesto. Tiene que ser él quien descubra la verdad, de lo contrario, no se lo creería.
-Entonces, está decidido. Usted verdaderamente quiere morir.
-En realidad, tengo los días contados. En serio, prefiero ser yo quien decida qué pasa con mi alma.
-Está bien. Una vida por otra. Como ya le expliqué, una vez en el otro lado, solo tiene que dejarse llevar y proteger a la persona que quiere salvar para que no muera. En el viaje, usted verá solo lo que quiera ver, esto es muy importante. Usted morirá para salvar a la otra persona. Tiene que ver eso. Será como un sueño del revés, o sea, el sueño será su realidad y, la realidad será un sueño. Aquí en la Tierra, todo ocurrirá en un instante.
-De acuerdo. ¿Podemos empezar? -insistió él.
-Esto es bien sencillo. Intente recordar su futuro -explicó la chamanesa.
-Con el debido respeto, señora, recordar mi futuro no me parece algo que pueda hacer.
-Tranquilo. Intente recordar lo que hizo ayer a las dos de la tarde.
-Estaba terminando de almorzar.
-Ahora intente recordar el nombre que tendrá mañana. Se trata de recordar, de ver, no de saber -explicó ella.
-Mañana, sábado, si todo sale bien, ya no estaré aquí, en este cuerpo. Tendré otro nombre.
-El nombre es importante. Es la contraseña.
-Sí -obedeció el inspector Torres-, lo recuerdo, lo veo.
-Cuando su alma ocupe su nuevo cuerpo, si es que regresa, no recordará nada de su viaje. Su alma ya pertenecerá a otra persona y, sus recuerdos, quedarán perdidos para siempre. Procedamos.


A continuación, la chamanesa pronunció unas palabras sagradas.

-Repita la oración -ordenó la chamanesa.
-¿Así, no más? -preguntó él- ¿Sin drogas, sin hierbas, sin amuletos?
-Así, no más -respondió María-, como ya le indiqué. Primero la oración y luego el nombre para quedar profundamente dormido y acceder al viaje. Y recuerde la oración por si acaso. Si cambia de parecer y desea regresar a casa, podría estar a tiempo de hacerlo. Simplemente, use la oración.

María jamás hubiera accedido a ayudar a nadie con un suicidio, pero las pruebas aportadas por Torres eran contundentes. El coronel había iniciado una especie de purga. Muchos iban a morir, incluidos el inspector y el nieto mismo de la chamanesa. Además, si el policía era inteligente, podría superar el reto y salvar al menos su propia alma. Así que, en realidad, no era suicidio, si no una oportunidad de proteger un alma, de esconderla en el cadáver todavía fresco de una víctima.

-Si usted supiera lo que se avecina, usted misma desearía estar muerta, señora María. No pienso regresar. Y recuerde, proteja a ese niño -insistió Torres-. Y, por el amor de Dios, si es cierto que tiene poderosos aliados, ocúpese del coronel.
-De acuerdo. Las palabras, inspector -pidió ella.
-Una última cuestión, señora. ¿Qué va a pasar con mi cuerpo?
-Extraña pregunta para alguien con tanta prisa por desaparecer -observó María-. En su sueño, un demonio de fuego lo devorará. O lo que usted quiera, es su sueño, usted decide. Aquí, en la Tierra, no quedará nada de su cuerpo, ni cenizas.
-Perfecto. No quiero que encuentren nada. Nunca se sabe hasta dónde puedan llegar -respondió él.

El inspector Torres se reclinó sobre su asiento, pronunció las palabras sagradas y los relojes se pararon. Eran las ocho de la noche. Cualquiera hubiera podido pensar que la hora del día no era relevante cuando uno inicia un viaje al mundo de los muertos. Pero la hora era lo más importante. Ese mismo día, a las ocho en punto de la noche, moría un tal Juan Carlos Espichen, un compañero de la Dirección de Investigación Criminal. Estaba escrito. No se podía traicionar al coronel sin sufrir las consecuencias. A las ocho en punto, el tiempo se paró. Una puerta espacio-temporal se abrió y, los osados que viajasen a través de la misma, se enfrentarían a demonios horribles o encontrarían ángeles. Perecerían o vivirían. Fracasarían o triunfarían para siempre.

···

En una playa solitaria detrás del Morro Solar, dos matones de ojos vacíos disparan varios tiros a un maniatado Juan Carlos Espichen. Cuando, al día siguiente, el coronel se entere de que su delator no ha muerto, serán los dos hampones los que se lleven varios balazos. Sus cuerpos sin alma desaparecerán sin dejar rastro y nadie los echará de menos. Cuando se entere de que Torres se ha burlado de él, empezará a planificar su persecución. Lo buscará hasta en los confines del universo. Así eran las cosas con el coronel.

Parte I - Capítulo 2 - La Mujer del Instituto



Parte I - Capítulo 2




La Mujer del Instituto





Johnny, Francis y Jaime dibujaban con sus brazos en el espacio de la sala de conferencias como bailarines en una obra surrealista. La audiencia de estudiantes y profesores atendía atónita a otra de sus magistrales presentaciones. Ahora Johnny tecleaba en el aire y el monitor LED mostraba el título de la presentación de hoy: Bionanotecnología, ahora, aquí. Los tres amigos superdotados habían sido becados por el exclusivo colegio de secundaria considerando que serían un buen ejemplo para los demás. Y lo eran. Todos en el colegio admiraban a los jóvenes prodigiosos.

Un movimiento de muñeca de Jaime conectó la cámara de su lente de contacto derecha. Todos en la sala de conferencias pudieron verse reflejados en el gigantesco monitor junto con la siguiente diapositiva: Sponsored by MIT Nanobiotechnologies.

-Esta es la cámara que uso para grabar vídeo y tomar fotos -se escuchó su voz amplificada por el sistema de megafonía-. Esta dotada de un sistema anti-vibración parecido al que usa el cerebro humano. Por eso la imagen que ven en pantalla es estable. Pero, mucho más importante, también es la cámara que recibe las órdenes que envío a la computadora a través de mis manos. Asimismo, es el dispositivo que capta los movimientos de mis dedos al digitar en el teclado virtual.

Y Jaime escribió unas palabras superpuestas sobre el gran monitor: La cámara está ubicada en una lente de contacto en mi ojo derecho. Los estudiantes del colegio no daban crédito a lo que veían. Verdaderamente parecía algo de ciencia ficción. Había cámaras diminutas en las lentes de contacto de los niños prodigio. Y un teclado en el aire.

-En el ojo izquierdo -continuó Jaime-, hay una cámara secundaria que completa el sistema antivibración.

Su amigo Francis explicó con diapositivas e imágenes a tiempo real cómo funcionaba el sistema de visualización de sus lentes de contacto bionanotecnológicas, con su motherboard, el CPU, cámaras, sistema de refregeración, conectividad con la computadora de pulsera y, lo más importante, su sistema de auto alimentación energética.

-Tanto la pulsera como las lentes de contacto, utilizan la energía térmica de nuestros cuerpos como fuente de alimentación.

Francis hizo zoom sobre uno de sus archienemigos de fútbol que estaba sentado en primera fila, Raúl. Su cara ocupó la pantalla por completo. A continuación, tecleó en el aire unas palabras que se vieron como subtítulos: Empujaste el balón con la mano y lo puedo demostrar. Luego, hizo un ademán con su mano derecha y se abrió una ventana superpuesta sobre la frente de Raúl. Inmediatamente, se vio un vídeo del último partido de fútbol. Para sorpresa de todos los presentes, Raúl, la estrella de fútbol del colegio, marcaba gol con la mano.

-Lo bueno de tener una cámara en el ojo, es que puede grabar todo lo que ves -dijo Francis a través del sistema de megafonía.

Tanto estudiantes como profesores se levantaron de sus asientos y aplaudieron entusiasmados. Las presentaciones de los tres amigos siempre eran geniales, pero esto era lo máximo. Incluso Raúl aplaudía, riéndose, orgulloso de que su osadía fuera tan notoria y famosa. A continuación, Johnny explicó cómo se manejaba la computadora de pulsera, con fuente de energía térmica humana, capacidad para telefonía, Internet, micrófono, parlante, conectividad con las lentes de contacto y audífono. Sistema operativo basado en Android, compatible con otros sistemas. Disco duro con un tera de capacidad. Totalmente antichoque y sumergible. Johnny maniobró con sus brazos y todos pudieron ver la gran pantalla dividirse en tres. Cada parte mostraba lo que cada uno de los chicos veía a través de sus lentes de contacto, incluyendo imágenes superpuestas que mostraban iconos y barras de tareas. En ese momento, iniciaron una sesión de chat con videoconferencia.


-¿Qué ves, Francis? -preguntó Johnny.
-Un montón de bocas abiertas, Johnny. Aparte de la barra de tareas -dijo señalándola en el monitor-, la hora, la conexión de Internet, el sensor de movimiento, el GPS, y tu linda cara!
-Pero, lo más avanzado de estas computadoras es su capacidad para detectar y conectarse con cualquier otro dispositivo electrónico sin necesidad de cables -apuntó Johnny-. Todo lo que ven en el monitor es enviado a través de un protocolo infrared.
-En realidad -continuó Jaime-, estas maravillas bionanotecnológicas, son capaces de detectar y establecer protocolos de comunicación con computadoras futuras más avanzadas, ya que son capaces de predecir y emular entornos de programación no conocidos, e incluso -se emocionó Jaime- son compatibles con la nueva red de Internet biotecnológico y las nuevas computadoras bioquímicas con microchips dotados de colonias de neuronas humanas que estarán saliendo en el año 2050.
-Pero -interrumpió Francis-, sin ir tan lejos, lo que verdaderamente nos interesa hoy, es demostrar cómo funciona la detección de dispositivos. Miren.

En el monitor LED apareció un listado completo de todos los teléfonos celulares, las cámaras de seguridad, el sistema de sonido e incluso un inventario de aparatos eléctricos tradicionales, como lámparas, interruptores de luz, alarma anti-incendios.

-¿Así que no han apagado sus celulares antes de entrar? -increpó Johnny-. Pues ahora van a ver -advirtió.

Gesticulando con sus brazos y manos como si estuviera pescando truchas en un río, navegó por el listado de celulares y escogió el de la profesora de química, Marisol.

-Usted siempre nos castiga cuando suenan nuestros celulares en clase. Pues ahora va a ver.

Abrió la carpeta de vídeo del celular de la profesora y seleccionó un icono donde aparecía la profesora en una fiesta. Mientras la profesora amenazaba, se quejaba, y se disponía a apagar su celular. Todos en la sala la pudieron ver hacer el baile de la macarena con un manojo de plátanos en la cabeza.

-De nada le sirve apagar su celular, profesora, mi computadora solo tardó una décima de segundo en capturar el vídeo.

Todos reían maravillados. Juegos, ¿tienen juegos? Pedían algunos.

-Mejor que juegos -respondió Jaime. Tenemos una consola, algo parecido a una Wii. O sea, que podemos jugar a ping pong, o enfrentarnos en batallas medievales, o pilotar un avión. Miren -anunció-. A ver, chicos -ordenó dirigiéndose a Francis y Johnny-, escojan sus avatares.

El programa no tardó en cargarse.

-Traigan las escobas -pidió Johnny.

Ante los ojos maravillados de los colegiales, los tres amigos pidieron al sistema una “lógica de reconocimiento de arma”. Los muchachos blandían escobas, pero en el monitor LCD, eran espadas. E iniciaron una inocente demostración. Cada uno de ellos lanzaba su espada contra un enemigo invisible pero, no sólo chocaba el acero con gran estruendo, sino que los propios avatares daban brincos, volaban en el aire. El escenario era el mismo auditorio de bocas abiertas.

-También se puede ordenar una lógica de reconocimiento de enemigo virtual -explicó Francis-. Johnny, Jaime y yo ya somos enemigos oficiales a través de nuestros avatares, pero cualquier persona puede ser reconocida por el sistema y convertida en enemigo -explicó mirando a su rival de fútbol. ¡Cuidado, Raúl!

Francis blandió su espada sobre Raúl y le cortó el cuello. El futbolista perdió la calma por unos instantes. Ver su cabeza ensangrentada rodando por el suelo no presagiaba nada bueno. Qué dirían sus fans. Pero todo era realidad virtual. En la gran pantalla, la cabeza rodante se pixeló y desapareció, así como se pixeló el cuerpo decapitado.

-Eres historia, Raúl -bromeó Francis.
-¡Historia eres tú. Yo te voy a pixelar a ti de un balonazo. Solo espera a nuestro próximo partido! -replicó Raúl perdiendo los estribos ya por completo.
-¡No eres real, amigo! -respondió el primero.

Después de esa pequeña demostración amistosa, los tres amigos iniciaron su combate histórico. Un guerrero inca con cara de jaguar se lanza a los pies de un terrible vikingo. Este último levanta su espada para matar al inca, pero el guerrero jaguar lanza la suya contra los tobillos del vikingo derribándolo. Esta desventaja es aprovechada por el ninja, quien ahora puede escoger a quién matar. Su afilada espada termina con el vikingo y este queda fuera de juego. Adiós Francis, ahora es entre Johnny y Jaime. Johnny. La audiencia no puede creer que se estén liando a sablazos en medio del auditorio. Nadie se siente muy seguro en su asiento. ¡Cuidado, profesora! El guerrero inca, salta como el puma y esquiva la espada del ninja. Apoya un pie sobre el hombro del japonés y el otro sobre su cabeza. El ninja cae al suelo con el jaguar encima. La profesora se hace a un lado horrorizada. El guerrero inca lanza su espada verticalmente sobre el pecho del ninja, pero este último es rápido y no se deja sorprender de nuevo. Un giro a la derecha es todo lo que necesita para hacer que el jaguar inca pierda el equilibrio, pero el felino se contorsiona hacia atrás y lanza una estocada sorpresa que deja al ninja con su torso atravesado por el acero. Game over.

Escoba en mano, los tres amigos pararon de dar saltos por el auditorio. Tanto profesores como alumnos, felices de estar vivos, se pusieron en pie de nuevo irrumpiendo en aplausos y felicitaciones para los jóvenes guerreros. Sin duda alguna, esta ha sido su mejor presentación.

···

En la oficina del Instituto Cerebrum, Marcia Pisfil estudiaba los datos que recibía en tiempo real de las pulseras de MIT. Bonito regalo de millón de dólares, pensaba. Si los padres fueran tan fáciles de convencer como los niños... Cuarenta mil dólares. Hoy ofreceré cuarenta mil. Si no quieren aceptar eso, ochenta mil. Hasta medio millón, puedo llegar hasta medio millón como máximo. Pero eso reduciría bastante mi comisión. Y esa casita en Miami me está esperando. Voy a ser vecina de celebridades. Me haré su amiga. ¡Conseguiré que me inviten suntuosas fiestas! Y ella sola se emocionaba fantaseando, esperando el momento en que pudiera codearse con lo más selecto de Miami.

Desde el piso trece de la Torre Telmex, Marcia miraba los microbuses pasar justo debajo de su oficina. Qué asco de ciudad, ni en Miraflores nos libramos de esa basura. Cuándo prohibirán que pasen por aquí esos micros. Los micros pasaban veloces, dando bocinazos que se escuchaban hasta el piso trece, recordando a Marcia constantemente de dónde venía. Igual que un microbús, ella también había venido de un barrio humilde del extrarradio y sólo ella conocía todas las penurias que había tenido que pasar para salir de ese infierno natal. Pero, al contrario que los sucios y viejos autobuses, ella se había quedado en Miraflores y ya nunca más había mirado atrás.

Marcia volvió a prestar atención a los datos que tenía en pantalla. Increíble. Mis clientes van a estar más que contentos con esto. Los tres niños tienen justo lo que buscamos. Y en cantidades extraordinarias. Este año podría llegar a los tres millones de dólares y, entonces, adiós Lima, hola Miami. Adiós para siempre ciudad ruidosa. Aquí te quedas con toda tu mugre y tu podredumbre. Y ahora, a por Isabel Mayta. Se miró al espejo y pensó, todo por la plata.

···

Isabel, la madre de Johnny, se preparaba para ir al hospital. Por fin podría relajarse un poco examinando pacientes, recomendándoles dietas, refiriéndolos a los especialistas correspondientes. La verdad, últimamente estar en casa había sido algo estresante. Demasiada gente estaba interesada en su hijo, Johnny. Incluso habían venido de la Dirección de Investigación Criminal. Un tal Alberto Torres, un auténtico tarado que le hizo rarísimas preguntas sobre su esposo. Desde su casa escuchaba el rechinar de llantas de los veloces microbuses que pasaban haciendo carreras por la calle San Martín. En cualquier momento, Johnny regresaría del colegio y ella iría a su trabajo. Otra vez llamaron a la puerta de su vieja mansión y, una vez más, Isabel Mayta se veía obligada a perder el tiempo discutiendo con la mujer del instituto.

Para cualquier persona, la señora Pisfil era como una visión de pesadilla, una cosa sin sentido. Pero, ante los ojos experimentados de una doctora, la mujer del instituto era simplemente un adefesio de quirófano. Una suma de operaciones de cirugía plástica cuyo objetivo era ocultar los traumas de su torturada mente. Sin éxito, por supuesto.

Cansada por el calor y por estar de pie, incómoda por tener que venir a rogar una vez más, Marcia Pisfil fue directa al grano sin apenas saludar.

-El instituto está dispuesto a doblar la última oferta de veinte mil dólares.
-Ni hablar. No van a experimentar con la mente de mi hijo.
-Pero, mire donde vive -dijo la mujer señalando la destartalada vivienda-, tiene suerte de que aquí no haya servicios sociales que le puedan quitar a su hijo. Desde luego, este sitio no es apto para...
-El dinero no lo es todo.
-Su esposo parecía más interesado, cuando hablé con él esta mañana.
-Sabe perfectamente que mi esposo siempre se ha opuesto a la idea.
-Pero cuando le dije que el instituto, además de ofrecer la generosa suma, estaba dispuesto a conseguir una plaza para su hijo en la mejor universidad de Estados Unidos con todo pagado...
-Precisamente en ese país es ilegal llevar a cabo los experimentos que quieren realizar. Vienen aquí con su dinero para poner en riesgo la vida de nuestros hijos. De ninguna manera.

El joven Johnny saltó del autobús, enfiló la calle Martínez y se quedó parado. Al ver a la mujer del instituto, decidió aguardar en una esquina desde donde podía escuchar la conversación sin ser visto. Había algo siniestro en la negra mirada de esa mujer que él prefería evitar.

-No sé de qué experimentos me habla. Le aseguro que se trata simplemente de un scan.
-Todos sabemos lo que están haciendo. ¿Qué me dice del niño muerto?
-No fuimos nosotros. Le aseguro que no tiene nada de qué preocuparse. Nosotros solo queremos datos -mintió Marcia Pisfil.
-Me parece muy sospechoso que ofrezcan tanto dinero solo por unos datos.
-Tengo órdenes de regresar a mi oficina con un “sí”. La mente de su hijo es demasiado valiosa, ¿no se da cuenta? -amenazó Marcia perdiendo la calma.
-La respuesta es “no”.
-Hoy la respuesta es “no”, señora Mayta, pero llegará el día en que la respuesta sea “sí”. Se lo aseguro. Buenos días -se despidió.

Johnny temblaba de miedo. Ser el conejillo de indias de una poderosa institución era su peor pesadilla. Desde que salió ese programa de televisión sobre los niños superdotados de Perú y sus logros académicos, no habían dejado de venir extraños a la casa con todo tipo de propuestas. Pero la mujer del instituto era la que más miedo le daba.

-No temas, Johnny -sonó la voz de su abuela-, nada va a pasarte.
-Eres telepática, abuela.
-Vamos, entra en la casa.

La abuela María siempre había estado ahí para Johnny y es que tenía la cualidad mágica de aparecer en el momento que más la necesitaba. Estar junto a ella hacía que se sintiera bien. Ser un niño superdotado no había sido nada fácil y, a veces, le daba la impresión de que solo la abuela lo comprendía. Sin embargo, Johnny no era la única persona que la necesitaba. María era una respetada chamanesa descendiente de un antiguo linaje cuyo origen se perdía en los tiempos de los incas, por lo que estaba bastante ocupada con toda la gente que venía a verla. A Johnny le fascinaba el chamanismo, pero la abuela siempre le había dicho que su magia se pasaba únicamente de abuela a nieta.

-Pues no sé a qué esperas para tener una nieta, abuela -bromeaba Johnny cuando tocaban el tema-. Ya sabes las ganas que tengo de tener una hermana -esto último bien en serio, porque no había nada en el mundo que él deseara más.
-El momento llegará, Johnny. Todo llega en esta vida. Todo llega.

La abuela cuidaba todo como si estuviera vivo, incluso los objetos más humildes eran dignos de su respeto. El espíritu es el tejido que conecta todas las cosas que hay en el universo, solía decir. Por eso, hasta las piedras tienen espíritu, Johnny. Y nunca tenía prisa, era como si el tiempo fuera un gato que la abuela acariciase suavemente. Ella era como un libro de sabiduría y le había enseñado que el miedo era la fuerza más destructiva de la naturaleza. Todos tenemos una misión en la vida, Johnny, le decía a veces a modo de premonición, y pronto descubrirás la tuya.

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Obra registrada en Safe Creative: https://www.safecreative.org/

Personajes principales


Personajes principales


  • Johnny: Adolescente superdotado que muere en accidente de surf, entrando a un mundo mágico donde se enfrenta a una serie de retos. Su nombre es Kusichami en la Isla de Oro.
  • María Mayta: Abuela de Johnny. Chamanesa que guía a Johnny en ambos mundos, el de Lima, Perú, y el de la Isla de Oro.
  • Are: Cuy mágico que muestra el camino a Johnny.
  • Eli: Hermana del futuro de Johnny, heredera de la chamanesa María. Su nombre es Intichami en la Isla de Oro.
  • John Scriven: Padre de Johnny. Inglés residente en Lima. Profesor. Es sobrehumano pero escoge una vida sencilla lejos de su familia.
  • Isabel Mayta: Madre de Johnny. Doctora. Soporte emocional de John Scriven y Johnny.
  • Francis: Amigo de Johnny.
  • Jaime: Amigo de Johnny.
  • Marcia Pisfil: Representante del Instituto Cerebrum.
  • Pomakana: Guerrero inca de la Isla de Oro.
  • Asiri: Prometida de Pomakana.
  • Atuq: Curaca que gobierna la Isla de Oro.
  • Alberto Torres: Detective de la Dirección de Investigación Criminal de Lima.
  • Juan Carlos Espichen: Detective de la Dirección de Investigación Criminal de Lima.
  • Coronel Infante: Jefe de la Dirección de Investigación Criminal de Lima.
  • Wilman: Jefe de un clan de vampiros.
  • Lucero: Miembro de un clan de vampiros. Su nombre es Chaskachami en la Isla de Oro.
  • Erik: Enamorado de Lucero.
  • Viktor: Jefe de los vampiros. Su nombre es Atik en la Isla de Oro.
  • Mario: Personaje enviado a La Isla de Oro para ayudar a Johnny/Kusichami.


Propuesta editorial



El chamán de la Isla de Oro
(Registrada en Safe Creative #1304234993886)


Argumento

Es la historia de un adolescente limeño, Johnny, quien se embarca en un viaje iniciático a otra dimensión para rescatar a su hermana de las garras del dios inca Wakón y para enfrentarse a un grupo de peligrosos demonios que amenazan con destruir a la raza humana. Viaje alegórico lleno de ritos de paso en la adolescencia que refleja la complejidad de los seres humanos y revela la magia y poderes que tenemos las personas.

En La Isla de Oro, el miedo y el amor se contraponen como la fuerza más destructiva y la más creativa del Universo respectivamente. Por una parte, se trata de una novela reflexiva, un viaje de descubrimiento y aceptación del propio ser, mostrando la adolescencia como etapa de cambios y ritos de paso.

Por otra parte, es una obra que intenta mostrar la complejidad del alma (o espíritu) humana a través de tres alegorías principales que se entrelazan en el tejido narrativo: los sentimientos, la cosmovisión incaica, y la la informática.

El final de La Isla de Oro revela que la historia no ha hecho si no empezar, por lo cual, la obra tiene un final abierto que daría lugar a una segunda y tercera partes en las que se descubrirán todos los alucinantes avatares que adopta el mal y donde se revelan los misterios que plantea esta primera obra.

El autor
Licenciado en Historia, Literatura y Lingüística, en la actualidad me dedico a la docencia del inglés en el Instituto Peruano Norteamericano en Lima, Perú. Aparte de numerosos trabajos académicos relacionados con mi docencia, he escrito historias cortas, microhistorias y poesías que he publicado en mi página web:
Además, tengo un blog donde se puede leer La Isla de Oro y se pueden dejar comentarios. De momento, los comentarios son más positivos que negativos e indican que puede convertirse en una obra popular dentro y fuera de Perú.

También me interesa el cine. He escrito el guión de un corto galardonado en España, Los Botones. De hecho, me gustaría ver La Isla de Oro llevada al cine.


Propuesta editorial

Autor: Félix Chivite Matthews

Título: El chamán de la Isla de Oro (Registrada en Safe Creative #1304234993886)

Sinópsis argumental

Lima, Perú, 2008. Un grupo de ladrones de almas (vampiros) ha encontrado varias maneras de incrementar sus poderes de manera exponencial. A la tradicional táctica de robar el alma de los seres humanos, añaden la de robar los poderes a otro vampiro. Lo que ha sumido a los roba-almas en una especie de vorágine caníbal entre ellos mismos. Ahora, la última estrategia es identificar y robar el alma a los dioses o semidioses que se hallen viviendo entre los humanos. Para este fin, cuentan con el apoyo de Wakón.

Wakón es un dios menor del panteón inca que lleva siglos esperando el llamado que le devuelva su poder y tener otra oportunidad de vengarse de Pachacamac, el hermano que lo venció en combate por el amor de Pachamama y lo exilió a un mundo de tinieblas.

El inspector Torres, encargado de la Oficina de Casos Clasificados, ha descubierto el entramado de los vampiros, lo cual le va a costar la vida, y él lo sabe. Antes de que le roben el alma, Torres deja pistas para que, quien sea su sucesor, pueda descubrir qué es lo que está pasando. Al mismo tiempo, alerta a la chamanesa más grande del Perú, María, y, entre los dos, urden un plan para salvar el alma de Torres y comenzar la batalla contra el mal.

La chamanesa María, descendiente de una estirpe de emperadores semidioses decide destruir a Wakón de la misma manera en que fue destruido por los gemelos Vilca en la leyenda de creación inca. Consciente de los poderes sobrenaturales de su nieto, Johnny (bautizado Kusi en la Isla de Oro), decide enviarlo en un viaje iniciático a La Isla de Oro, una tierra mítica en pleno siglo XV, donde tendrá la oportunidad de descubrir su naturaleza divina, enfrentarse al dios Wakón y rescatar a su hermana Eli.

Índice
22 capítulos
70.500 palabras

Géneros
Ciencia-ficción conceptual, aventuras.

Lector
Jóvenes desde los 12 años y adultos.

Temas principales
Desafíos, ritos de paso, auto-descubrimiento, magia, mitología inca, chamanismo.

Mensaje
Hay que marcarse metas ambiciosas y asumir los retos que te plantea la vida.

Lector
Lectores de los géneros de ciencia-ficción, fantástico, de aventuras, de auto-ayuda. Todos aquellos interesados en la cosmovisión y cultura incas o en Perú. Estudiantes de secundaria.

Comparativo
La Isla de Oro intenta huir del facilismo del héroe que siempre triunfa, tan común en otras novelas de aventuras y en el cine comercial. Aquí, el héroe fracasa varias veces y se salva gracias a la ayuda de los demás.

Mientras que los viajes iniciáticos abundan en la literatura (El Alquimista, de Coelho; La Ciudad y los Perros, de Mario Vargas Llosa), no existe ninguna novela cuyo personaje principal se embarque en un viaje de iniciación en el siglo XXI y llegue a una dimensión mágica inca en pleno siglo XV, como ocurre aquí. También hay novelas y relatos que exploran la cosmovisión inca y sus mitos (Warma Kuyay, de Arguedas; Lituma en los Andes, de Vargas Llosa). Mientras que La Isla de Oro no profundiza en este último tema a nivel antropológico, sí usa el mito de creación inca como guía estructural de la obra.

Al mismo tiempo, La Isla de Oro se inspira en obras de cine fantástico como Crepúsculo (adolescentes no-humanos con super-poderes) y El Tigre y el Dragón (donde los personajes vuelan).

Información relevante

La Isla de Oro figura como uno de los libros del club de lectura Palabras van, palabras quedan, de la biblioteca del Instituto Cultural Peruano Norteamericano, Lima, Perú.